
Fusilado por sus verdugos socialistas a las 6:00 de la mañana del 20 de Noviembre de 1936 Primo de Rivera murió con dignidad. En su testamento dejó constancia de su deseo: "Que sea la mía la última sangre española vertida en discordias civiles". Otra de sus frases más conocidas es: "Que todos los pueblos de España, por diversos que sean, se sientan armonizados en una irrevocable unidad de destino.
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